Nota de la Redacción: Compartimos estas columnas de Global Plus por cortesía de ARDA (Asociación de Archivos de Datos Religiosos). Atención a leer la columna de Sergio en el original en español? Aquí tienes un enlace a ese texto.


El Papa Francisco vino a ayudar a renovar la Iglesia Católica.

A principios de 2013, se alzó la voz de la mayoría de los cardenales electores, así como de una parte significativa de los católicos en general. Los cardenales, en respuesta, eligieron a un forasteroel primer Papa latinoamericano y jesuita. Algunos cardenales, sólo unos pocos, afirmarían más tarde que no le conocían realmente. Y más de uno se arrepintió más tarde de haber votado por él.

Sin embargo, prevaleció el deseo de renovación. Hubo incluso una mapa de carreteras para las nuevas etapas, que habían sido esbozadas en las congregaciones generales y en los debates previos de los cardenales antes del cónclave.

La corrupción financiera y las luchas internas, así como cierta mala gestión, habían precipitado la dimisión de Benedicto XVI, a lo que se sumaron los casos de abusos sexuales que salieron a la luz. Todo ello se interpuso en el camino de lo más importante: una revitalización para la difusión del Evangelio, que exigía un nuevo enfoque pastoral acorde con los nuevos tiempos y las nuevas sensibilidades.

La elección de Jorge Bergoglio supuso un cambio de rumbo tras el largo papado del carismático Juan Pablo II con su llegar al mundo y sus palpables éxitos diplomáticos. Lo más notable fue su contribución a la desintegración del imperio soviético.

Pero Juan Pablo II tenía un sesgo conservador y centralista, que empezaba a mostrar signos de obsolescencia. Este ciclo se había agotado con Benedicto XVI. La Iglesia -en su mayoría, insistimos- demandaba otra forma de difundir su propio mensaje junto a una estructura más flexible y colegiada, para responder a las vertiginosas transformaciones que se producían en las particularidades de cada nación.

El cardenal Bergoglio no sólo era consciente de ello, sino que, como buen jesuita que mira hacia el futuro, tenía una idea de por dónde avanzar.

Sor Lucía con el Papa Francisco

Primero la misericordia

Inmediatamente, quedó claro que el eje de su pontificado sería la misericordia.

Este enfoque, llevado al terreno secular, puede traducirse en una actitud abierta y comprensiva. Esto significa pasar de una Iglesia más bien inquisitorial, condenatoria y reguladora (llena de prohibiciones) -como la perciben muchos, al menos- a una Iglesia cercana y amable que invita a abrazar la alegría del Evangelio, como la llama la primera exhortación apostólica de Francisco.

Este cambio, unido a su estilo frugal y a su gran preocupación por los pobres (¡Cómo anhelo una Iglesia pobre para los pobres! proclamó, poco después de ser elegido), y el objetivo hacia una Iglesia menos clerical y mundana hizo que varios observadores hablaran de Francisco como la encarnación de un revolución cultural.

Por supuesto, un cambio así no iba a producirse sin resistencia. En efecto, no es tarea fácil cambiar una institución tan antigua y enorme. Sobre todo mientras esté sujeta doctrinalmente a ramas muy conservadoras que han demostrado ser irreductibles. Por no hablar de que las inclinaciones de no pocos de sus miembros son el poder, el privilegio y la buena vida.

Para su misión, Francisco se apoya en una serie de condiciones: desde un modo de vida frugal y una gran sensibilidad social hasta un liderazgo fuerte que incluye la habilidad especial de lidiar con los tiempos. Francisco es un hombre que apuesta por los procesos y no por las interrupciones, que no aseguran un cambio real a largo plazo. Estos procesos incluyen momentos de avance, así como momentos de persuasión y de saber cuándo esperar.

Paciencia en tránsito fue una de las consignas que Bergoglio utilizó en Buenos Aires. Allí no lo tuvo fácil, ni con el Gobierno de Kirchner, cuyo autoritarismo reprochó, recibiendo a cambio maltrato y difamación soterrada, ni con el sector más conservador del Vaticano, que cuestionó su actitud exigente ante nuevas realidades, como la demanda de igualdad matrimonial reflejada en uniones civiles de parejas del mismo sexo.

Bergoglio no negaba los postulados de la teología moral, pero consideraba necesario tener una actitud proactiva y no de confrontación porque esta última, al final, podría ser contraproducente. Esto no difiere en nada de la cosmovisión que llevó a su pontificado, la cual le ganó muchos adeptos, así como algunos detractores.

El Papa Francisco con el brazo extendido saludando

Muchos retos para el cambio

Es cierto que Francisco no ha cambiado casi nada en cuanto a normas.

El cambio más relevante es la posibilidad de que los católicos divorciados y vueltos a casar puedan acceder a la Eucaristía tras un periodo de reflexión y con la autorización del obispo. Este cambio se produjo después de dos sínodos y sigue encontrando la oposición de los sectores más conservadores. Además, esto motivó la temeraria carta de cuatro cardenales pidiendo aclaraciones.

Un episodio así demuestra lo difícil que es introducir cambios pastorales. Quizá antes de que termine su pontificado consiga conceder el acceso al sacerdocio a los hombres casados en las zonas donde el clero es muy escaso, o permitir el acceso de las mujeres al diaconado, es decir, al primer escalón del clero.

No es probable, sin embargo, que vaya a decretar el celibato electivo (y mucho menos el sacerdocio femenino), a pesar de que la sociedad y muchos católicos ven el matrimonio de un sacerdote como algo natural y conveniente, sobre todo a la luz de los casos de abusos.

El Papa no cree que el celibato sea la causa. Armado de estadísticas, afirma que la inmensa mayoría de los abusos son cometidos por no célibes. Además, tal vez la convicción de Francisco de que el celibato es un don que favorece la práctica del sacerdocio se mezcla con cierto temor a que la realidad actual del matrimonio, tan afectada por el divorcio y las altas tasas de conflictos conyugales, pueda tener un impacto en los sacerdotes que eventualmente se casarían.

Por otra parte, pudo avanzar rápidamente hacia una mayor transparencia de las finanzas vaticanas. También es cierto que tampoco lo tuvo fácil en este aspecto: Las sospechas de evasión y blanqueo de dinero en connivencia con funcionarios vaticanos, que en algunos casos acabaron siendo algo más que meras sospechas, exigieron una limpieza a fondo de la casa, acometida con éxito tras una serie de sobresaltos.

Hoy, el Vaticano está sometido a controles financieros internacionales. En ausencia de nuevos escándalos, quizá su labor no ha tenido la oportunidad de brillar, pero esto es claramente mérito suyo. No hay más que ver la historia de las últimas décadas y hacer una comparación. También es cierto que el mundo ha cambiado en este sentido.

El perfil de la estructura vaticana era -y sigue siendo- otro gran reto para Francisco. Los avances en este sentido no son tan inequívocos. Esto se debe a que la burocracia vaticana se ha desgastado a lo largo de los siglos, y es muy difícil cambiar los hábitos. Sin embargo, Jorge Bergoglio anhela que las iglesias locales funcionen con una actitud que facilite la fe en lugar de regularla. Cada vez es más frecuente oír a los obispos que visitan la Santa Sede desde los cinco continentes decir que Roma muestra ahora una actitud más acogedora y abierta.

En resumen, está atento a las distintas realidades del mundo.

Sin embargo, uno de los problemas a los que se enfrenta el Papa y que no ha remitido es quizá el reto más tremendo: cómo abordar los abusos. A pesar de que la gran mayoría de los casos denunciados son bastante antiguos, siguen atormentándole.

Aunque emprendió una serie de medidas para combatirlos y afianzó las decisiones de Benedicto XVI, la exigencia de respuestas más asertivas va en aumento. Al abordar de lleno este problema a escala global, la convocatoria de una reunión sin precedentes en febrero de los presidentes de la Conferencia Episcopal pretende ser un paso más contra la raíz de semejante atrocidad que lacera a la Iglesia.

Por si esta situación no fuera suficientemente difícil -en primer lugar para las víctimas-, algunas ramas muy conservadoras se han vuelto recientemente y han empezado a atacar a Francisco y a obstaculizar sus reformas. La prueba más evidente de ello son las declaraciones del arzobispo Carlo María Viganò, antiguo nuncio en Estados Unidos, en las que acusaba al Papa de encubrir al cardenal Theodore McCarrick, arzobispo emérito de Washington D.C. El análisis de ese texto por destacados vaticanistas había encontrado graves incoherencias en las acusaciones, que sin embargo lograron generar un gran revuelo.

La ofensiva ultraconservadora no parece detenerse, y encuentra su columna vertebral en la derecha norteamericana que se asocia con el clero más reaccionario. Por ello, Francisco no sólo ha sido cuestionado por su actitud abierta hacia los fieles y su estilo directo -no faltan quienes dicen que es desacralización el papado-, sino también sobre su severo cuestionamiento de algunos aspectos del capitalismo, especialmente la especulación financiera, o su postura acogedora hacia los refugiados. O su lucha por el medio ambiente, a la que habría que añadir su oposición a la industria armamentística y la reacción de sus grupos de presión.

El Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I en Jerusalén.
El Papa Francisco y el Patriarca Ecuménico Bartolomé I en Jerusalén.

Construir puentes

Hay que rendir homenaje a Francisco por los avances en materia ecuménica, su buena sintonía con los evangélicos y su cercanía con las iglesias cristianas ortodoxas, en particular con el Patriarca Bartolomé, además del histórico encuentro con el Patriarca ortodoxo ruso Kyrill I en La Habana. Además, destaca su confraternidad interreligiosa. Esto incluye el estrechamiento de lazos con las comunidades judías (que se tradujo en una emotiva visita al antiguo campo de concentración de Auschwitz), así como con las comunidades islámicas (que alcanzó su punto álgido durante su paso por la Universidad de Al-Azhar, en El Cairo).

El Papa no limitó su actitud hacia otras confesiones cristianas y no cristianas a ser fraternal. Más bien promovió esfuerzos conjuntos en favor, por ejemplo, de los refugiados y la resolución pacífica de conflictos. La Jornada de Oración por la Paz en Oriente Medio, celebrada en el Vaticano con los presidentes de Israel y Palestina, fue sin duda un hito, como también lo fueron los llamamientos individuales y generales al cese de la persecución contra los cristianos en tantas partes del mundo y al fin del sufrimiento para todos los que sufren el odio religioso.

Por último, también merecen destacarse sus esfuerzos por tender puentes entre pueblos y naciones, como el acuerdo entre Cuba y Estados Unidos. Asimismo, más allá de los resultados, su voluntad de crear espacios de diálogo ha surtido efecto en países conflictivos como Venezuela, Nicaragua y la República Centroafricana. Además, el reciente y vital acuerdo entre la Santa Sede y China sobre la delicada cuestión del nombramiento de obispos abre una nueva era para la Iglesia católica en el gigante asiático.

Hasta ahora, desde una perspectiva histórica, los logros eclesiales de Francisco no han sido poca cosa, sobre todo teniendo en cuenta las tensiones y resistencias internas. Hay que tener en cuenta que lo peor eclesial que le puede pasar a un pontífice es un cisma. Es imperativo que el Papa Francisco vele por la unidad de la Iglesia. Al mismo tiempo, no hay que perder de vista el complejo contexto global de su pontificado, marcado por el resurgimiento de los fundamentalismos y los nacionalismos xenófobos.

El nombre que ha elegido, tomado del gran santo de Asís, resume su programa pontificio.

Como dijo una vez Francisco de Asís, Empieza por hacer lo necesario. Luego haz lo que sea posible y, de repente, estarás haciendo lo imposible.

Portada del libro El Papa Francisco: Su vida en sus propias palabras

Sergio Rubin es un galardonado autor, periodista y editor de religión del destacado diario argentino Clarín. También es coautor, junto con Francesca Ambrogetti, de la única biografía autorizada de Jorge Bergoglio. Usted puede más información sobre él en Wikipedia.

Imagen de Jeffrey Bruno, vía Wikimedia Commons [CC BY-SA 2.0]
Imagen de Myeditstoday, vía Wikimedia Commons [CC BY-SA 4.0]
Imagen por cortesía de Sergio Rubin
Imagen de ניר חסון Nir Hason, vía Wikimedia Commons [CC BY-SA 3.0]